domingo, 15 de abril de 2007

Hamlet

Estoy trasteando cosas raras en su casa, veo una calavera de plástico, de las que regalaban con el periódico.

– Le falta un diente.
– Ya, es que no le cabe. Tengo otra mejor.

Me saca una calavera más grande que la de plasticorro malo del periódico.

– Guau, esta es tan real que parece de verdad.
– Es...de verdad.

Shock.

– Qué... Cómo...
– Vas al cementerio y la pides. También tengo un saco de huesos, en esa bolsa.
– (vocecita gutural de regurgitamiento)
– Estudio medicina, ¿recuerdas?

Accedo a coger la calavera. Por su tamaño y peso, creo que era de una mujer. Por fin entiendo a Hamlet en todo su esplendor, y no me resisto a decir entre dientes ese “To be or not to be, that is the question” Es cierto, tremendamente cierto, a Hamlet se le pasaría por la cabeza lo mismo que se me pasa a mí ahora.

Dejé la calavera y cogí un libro de oftalmología. Abrí una página al azar y vi un niño con un lápiz clavado en el ojo.

Shock.

– ¿qué clase de enfermo hay que ser para estudiar Medicina? Estas cosas no se ven por la calle.
– Por la calle no, pero en una sala de urgencias sí.

Supongo que los médicos están más expuestos a la cruda realidad que el resto de los mortales. Supongo que dentro de cada médico, hay un Hamlet repitiendo su gran soliloquio constantemente...

(de paso, dejo el soliloquio en español aquí por si a alguien le apetece pensar, asustarse y/o maravillarse...)

“Ser o no ser... He ahí el dilema.
¿qué es mejor para el alma,
sufrir insultos de Fortuna, golpes, dardos,
o levantarse en armas contra el océano del mal,
y oponerse a él y que así cesen? Morir, dormir...
Nada más; y decir así que con un sueño
damos fin a las llagas del corazón
y a todos los mortales, herencia de la carne,
y decir: ven, consumación, yo te deseo. Morir, dormir,
dormir... ¡Soñar acaso! ¡Qué difícil! Pues en el sueño
de la muerte ¿qué sueños sobrevendrán
cuando despojados de ataduras mortales
encontremos la paz? He ahí la razón
por la que tan longeva lleva a ser la desgracia.
¿pues quién podrá soportar los azotes y las burlas del mundo,
la injusticia del tirano, la afrenta del soberbio,
la angustia del amor despreciado, la espera del juicio,
la arrogancia del poderoso, y la humillación
que la virtud recibe de quien es indigno,
en el filo desnudo del puñal? ¿Quién puede soportar
tanto? ¿Gemir tanto? ¿Llevar de la vida una carga tan pesada? Nadie, si no fuera por ese algo tras la muerte
ese país por descubrir, de cuyos confines
ningún viajero retorna- que confunde la voluntad
haciéndonos pacientes ante el infortunio
antes que volar hacia un mal desconocido.
La conciencia, así, hace a todos cobardes
y, así, el natural color de la resolución
se desvanece en tenues sombras del pensamiento;
y así empresas de importancia, y de gran valía,
llegan a torcer su rumbo al considerarse
para nunca volver a merecer el nombre
de la acción. Pero, silencio...la hermosa Ofelia ¡ Ninfa,
en tus plegarias, jamás olvides mis pecados!”



Como véis, al fin y al cabo, a todos nos preocupa lo mismo, da igual que seas Shakespeare o en Neng de Castefa...

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