miércoles, 30 de mayo de 2007

Vivo aquí


- Vivo aquí.
- ¿qué dices?

Estoy totalmente abstraída.
Con la mirada perdida.

A veces pienso que vivo aquí. He visto tantas veces estas paredes que parecen mi hogar. He leído tantas veces el cartel de esa puerta, escrito con Edding 1200 azul marino y en mayúsculas:

“LA CONSULTA DEL DR. MARFIL
ES LA 1ª PUERTA DEL OTRO PASILLO”


Marfil. López-Viñau. Garijo. Antonina. Gato.
Son nombres de médicos.

Planta 3ª a la izquierda.
En el ascensor caben doce personas.
Silencio, por favor.
Apaguen sus teléfonos móviles, por favor.
No se puede calcular el tiempo estimado de cada visita. La hora de consulta es aproximada.
Para enfermos crónicos, depositen sus recetas en este buzón, por favor.
Gracias.
No fume.
Según el real Decreto bla bla bla.

Por favor.
Por favor.
Gracias.
Gracias.
No.
No.

Seis hileras de asientos. El segundo de la tercera fila está roto. El sexto empezando por el final de la cuarta también lo estaba, pero ya lo han arreglado con una tachuela. De ahí se levanta Asunción López López, que lleva veintisiete minutos esperando, uno menos que Jaime Pulido de la Cruz, que mira de reojo mi librito de “Picasso. Tradición y Vanguardia.”

- No eches fotos.
- En algo me tendré que entretener.

Mi madre me hace juegos de lógica para entretenerme. Me enternece, eso me lo hacían de pequeña para que me mantuviese sentada.

Le duele todo pero aquí está, haciendo juegos de lógica como el primer día.
Y aún le queda repertorio.

La jefa de enfermeras se parece a la Srta. Rottenmeier (o como coño se escriba), pero con más mala leche.

Cada vez hay gente nueva, pero yo sigo aquí, pasando el mismo calor de siempre. Porque la calefacción está muy alta.

- ¿puede bajar la calefacción?
- Eso no lo controlo yo. No puedo estar en todas partes.

Claro. Usted ya está adaptada a este microclima tropical.

Las ventanas, selladas.

No señores, nadie se piensa tirar.
Las vistas dan a la escalera de incendios.
No se puede acceder a ellas porque... las ventanas...selladas.

Cuando tenía nueve años, subí clandestina por la escalera de incendios y entré por la ventana (no sellada por entonces) para ver a mi sobrino que acababa de nacer.

Porque tenía nueve añitos y no me dejaban pasar.
Prohibiciones a mí con nueve añitos.

- ¿cómo has llegado hasta aquí? ¡Te dije que esperaras abajo! ¿cómo te han dejado pasar?

Lo intenté tres veces antes de recurrir a la escalera de incendios.
Me escondí detrás de mi cuñado.
Me agaché entre dos camillas.
Intenté pasar como si nada, por si así no se enteraban.
Finalmente, subí por la escalera de incendios.
Cuando salí, lo hice por la puerta, como todo el mundo, y le saqué la lengua a los de recepción, mientras decía:

“Ya he visto a mi sobrino. Es muy guapo.”

Chulería barata y triunfalista.

En fin, pensando esto se me va la mañana.
La gente me mira porque siempre soy la más joven.
Y la más rara.
Pero es que vivo aquí.
A veces lo pienso.
Y no quisiera acostumbrarme.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Por qué me imagino ese momento glorioso de la pequeña Cha? Porque esa chuleria ya la he visto en persona...necles! jajaja
Besitos.

chá dijo...

Ja, ja... Habló la morabia que tampoco anda sobrada de chulería!

Menudas nos hemos ido a juntar...

Nekles!!!