martes, 29 de mayo de 2007

Para mis vaqueros

“Ya no quedan príncipes para mis vaqueros.
Jamás, me juro, seré tan asquerosamente bella.”

Elena Medel


Playa de San Juan, 14 julio 1996

Tampoco es para tanto. O, si lo es, se parece más a otra cosa que a belleza. Algo relacionado con lo visceral o con la torpeza de algunos al concretar determinados estímulos.

Bah. No es que me importe mucho. Supongo que todo el mundo tiene tarde o temprano su minuto de gloria.

El mío se hace eterno, y, ya me estoy acostumbrando. Así que deja de ser divertido. Y, como ya he dicho, no es que me importe mucho. Cuando a la gente le da por algo le da y punto.

Yo nunca pensé en acercarme demasiado a nadie.

Cuando cometo algún error, está claro que es por mi edad emocional, que se cree que todo en este mundo es como una canción de Shibuya. El resto del tiempo mis emociones son fuertes pero derivan hacia otro lado.

Derivan al “no me importa”.
Pensar en determinadas cosas me aburre.
Jactancia por la inoperancia.

Hubo un tiempo en el que quería saber el por qué de todo lo que ocurría a mi alrededor. Después de saberlo, simplemente me dejo llevar por lo que le apetece a mis vísceras. Sé que en un momento determinado me puede apetecer saltar desde una roca, y, al siguiente, tumbarme al sol.

Sólo espero no ser tan sumamente gilipollas como para que me apetezca hacer alguna burrada de la que luego no pueda salir.

Dolor de cabeza.
Té con leche para suavizar la garganta.

Tengo que cuidarla porque canto. Y yo, de cara a los demás, la cuido. La realidad es que me resulta indiferente. No canto como una diva, sólo es emocionabilidad y expresividad y eso saldrá igual tenga como tenga la garganta.

De todas formas, soy profesional y lo clavo.
Sólo pido que me dejen hacerlo a mi modo.

Me encanta resultar pedante al enterado de turno.
Lo gracioso es que se lo cree y todo.

Es como lo que contaba antes. No es belleza, es otra cosa. Pesar 48 kg en un mundo obsesionado con el físico. Dar volteretas en el aire. Lanzarme sin pensar a cualquier cosa.

Sólo soy selectiva en cuestión de miradas.
Busco la mirada perfecta en los ojos de todas las personas que me cruzo en mi vida.
La mayoría no tienen nada nuevo que aportar.
Vacío.
La gente confunde estímulos.
Dame sol y agua y vete por donde has venido.

San Juan de Dios, 27 mayo 2007

Me miro y tengo pecas. Observo mi mancha de la espalda, la cicatriz de la rodilla, la de la ceja, las heridas del tobillo, las quemaduras, las picaduras, un diente partido, la brecha. Observo mi estómago abultado, cual embarazo psicológico. Me pregunto si volvería a saltar.

Me da miedo responder y decir “sí”.
Incorregible.

¿miedo? No, pasó delante de mi cara, a unos escasos 3 milímetros. Me miró fríamente para que frenase en seco. Levanté la cabeza y noté el acero en el cuello. Pinchaba, pero como miraba sus ojos y sabía que no lo iba a hacer, no tuve miedo.
Así que el miedo se fue.

Desde ese día sólo existió el miedo dos o tres veces.
No tengo tanta estima por mi vida como para tenerlo.
Kamikaze.
Temeraria.

Me miro y tengo pecas.
Son heridas de guerra. Pero aquí sigo.
Nunca sentaré la cabeza.

Esconder lo que soy bajo una capa de ñoñez estuvo bien, no quiero que nadie sepa la verdad.
Con esto no quiero decir que no sea buena persona.
Cierto es que puedo transmitir más paz que un estado de Budha.
Preguntad por ahí.
Pero
lo verdaderamente intrínseco a mí
está en lo cierto
cuando mira las heridas y sonríe
porque sabe que aún le queda cuerda para rato.

Que no me den quebraderos de cabeza.
La mayoría no tienen nada nuevo que aportar.

“Me asquean los simulacros de inocencia”

Dame sol y agua y quédate.

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