lunes, 2 de febrero de 2009

Pero no se lo digo nunca (de...1ªde Cuá!)

16 enero 2007

Pero no se lo digo nunca.



*Paula de noche...*

Es una idea,
muy mal peinada,
es una suerte
poco rentable,
es una lágrima
que me guardo
para el Síndrome de Stendhal.

Es la pregunta que cualquier pregunta desearía ser.
Es la que coge las respuestas y las recicla…

…el “no puede ser” en el envase amarillo.
…el “esto es imposible” en el verde.
…el “cómo pueden hablar de lo que no saben” se ha querido colar entre las respuestas siendo un trozo de canción que me canta por las noches al oído con el suave balanceo de un pequeño calambre intermitente entre las manos.

Así que lo pega en un cartón y lo coloca en el pasillo.
Ahora el pasillo es el centro de la tierra.
Así que se va a otro lugar menos exacto.

Caótica indescifrable, es una narración un poco traicionera.
Quería un final bien grande y no lo encuentra.
Así que empieza desde el principio y por descarte
cae en el error de redundancia cíclica.
Le parece lo mejor, caer mil veces en la misma cama
sólo para mirar al techo y jugar a que los pegotes de gotelé son estrellas.

Es una proeza esférica
rodando por mi cabeza,
llenándolo todo de gotas de sorpresas.

Es un deseo demasiado deseado para ser idealizado.
Es el silencio que hay entre el obturador y el gelatinobromuro
de una cámara argéntica.
Es la que hace que un recuerdo se mantenga en estado latente de manera indefinida. 
La foto que hago cuando me gusta pensar que mi cámara es su rotulador Staedtler triplus fineliner y con la que luego gano mi primer concurso de fotografía.

Es la pereza que me entra los domingos por la mañana.
El azul de las siete y media.
El azul del triplus fineliner...

Y aparece, y se deshace, y me derrite, me hace ignorante…sí, es una idea que se me cae porque me quema, al ser una plancha que se desliza suavemente a sus anchas censurando el estrecho miedo que queda entre los sueños… 

Pero no se lo digo nunca.
Y ya no me da igual.
Le dije: “Soy un sol si me miras haciendo el pino”.
Ni se molestó en volver a andar con los pies.

Es demasiado.
Es, simplemente, el sugus de frambuesa.

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